Después
de haber recorrido tu cuerpo
y
haberlo incendiado
una
y mil veces para que ninguno de mis pecados
lograra
escapar a su destino,
un
día sentí
que
era hora de que mis ojos ciegos
se
miraran en otros ojos
y
caminaran despacio por otra piel.
Descubrí
que tenía unas ganas amargas
de
saber qué mundos nunca serían míos,
qué suavidad no sentiría mi tristeza enamorada.
Quise
sentir los celos de nuevo,
esa
pasión como mil vendavales
que
cruzó mi corazón
rasgándolo
de sur a norte,
dejando
que se derramara la vida por mis venas.
Perdí
mis sueños en el torrente
de
mi sangre que quería correr enamorándose
por
otras venas.
Viví
agazapado dentro de mí,
cuidándome
de no escaparme de mi destino,
de
esa jaula angosta que son los días de la vida.
Me
aferraba a mis miedos
para
olvidarte, imposible diosa
que nunca más me amaste.
que nunca más me amaste.
Hoy,
después de tantas muertes, llego a ti
cubierto con los pecados
que
cometen los solitarios
para
no vivir a cada instante la muerte.
Y
llego a ti para morir del todo,
para
que de una vez por todas sepas
que
vivo en el infierno,
porque
aún hoy muero de amor por ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario