Esa
muerte que se da el gusto
de dejarme vivir,
que no tiene afán en buscarme,
más bien soy yo quien la encontraré,
esa muerte que no sabe mi nombre,
pero que no fallará
el día de nuestro encuentro;
esa muerte que desde que nací
fue destinada para mí
y que es mía, lo único en este mundo
que es sólo para mí;
a esa muerte,
cuyo único propietario soy yo,
me voy entregando a paso lento,
de dejarme vivir,
que no tiene afán en buscarme,
más bien soy yo quien la encontraré,
esa muerte que no sabe mi nombre,
pero que no fallará
el día de nuestro encuentro;
esa muerte que desde que nací
fue destinada para mí
y que es mía, lo único en este mundo
que es sólo para mí;
a esa muerte,
cuyo único propietario soy yo,
me voy entregando a paso lento,
me
acerco a ella sin afanes.
Mi
muerte me espera
en algún momento
en algún momento
aún
desconocido para mí,
pero
muy cierto para ella.
Yo
no puedo evitarla,
lo que haga para evadirla
ella lo sabe de antemano.
Ella será puntual y yo,
sin quererlo, también.
En algún momento,
en algún lugar,
tendremos la muerte y yo
lo que haga para evadirla
ella lo sabe de antemano.
Ella será puntual y yo,
sin quererlo, también.
En algún momento,
en algún lugar,
tendremos la muerte y yo
una
cita a ciegas.
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