viernes, 8 de marzo de 2013

Una cita a ciegas




Esa muerte que se da el gusto 
de dejarme vivir,
que no tiene afán en buscarme,
más bien soy yo quien la encontraré,
esa muerte que no sabe mi nombre,
pero que no fallará 
el día de nuestro encuentro;
esa muerte que desde que nací
fue destinada para mí
y que es mía, lo único en este mundo
que es sólo para mí;
a esa muerte, 
cuyo único propietario soy yo,
me voy entregando a paso lento,
me acerco a ella sin afanes.
Mi muerte me espera 
en algún momento
aún desconocido para mí,
pero muy cierto para ella.
Yo no puedo evitarla, 
lo que haga para evadirla
ella lo sabe de antemano.
Ella será puntual y yo, 
sin quererlo, también.
En algún momento,
en algún lugar,
tendremos la muerte y yo
una cita a ciegas.

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